martes, 27 de abril de 2010

Violeta, Humberto y el Violín

Entra Violeta a su universo, respira un poco de su aire y me invita a pasar. Me siento en algo alcolchado, con una maraña de cables que simulan un velador por sobre mi cabeza.

Violeta me mira con sus ojos profundos de cosas, que ni a ella le importan, y que ni yo me animo a preguntar, por el miedo del ladrillo en forma de grito que Violeta me puede llegar a lanzar.

Violeta. Amor y odio, todo al mismo tiempo. Se desliza, como si no tuviese gravedad a su alrededor, entra, penetra la burbuja ajena y la vuelve a su universo, con un toque de uña pequeña y fertilizada.

La miro desde abajo. Violeta se vuelve hermosamente gigante una vez que entra a su universo musical. Universo, que es paralelo al universo del coso acolchonado, pero que en algún punto se toca. Porque Violeta es así. Le gusta lo complicado para odiarlo, porque esa es su forma mas simple de amar.

Así Violeta se funciona con Humberto, y hace temblar la nebulosa que respira. Humberto, acomodado placidamente entre sus piernas, deja que los dedos de Violeta se deslizen por su cuello y sus cuerdas vocales. Violeta toca, Humberto se deja. Así fue siempre, y así lo será.

Violeta entra en el trance del nunca jamás todo posible. Y su omnipresente amante, se hace presente...dando un impulso violento, que genera una humereda de sueños con forma de humo de sahumerio.

Tal vez así sea...y a Violeta se le de por crear un acorde cuando piensa en su amiga,esposa e invitada frecuente a su universo extraño, de nada y de todo al mismo tiempo.

Humberto calla de placer. Violeta lo deja, porque le gusta dejarlo con ganas. Entre cuerda y cuerda, el Violín se hace presente.

Presente en la palabra. Ya que se le dió por perderse en el universo que está a la izquierda del universo que está en el centro.

Un universo de orgias de violines, donde las cuerdas saltan y rebotan y nunca desafinan.

Así, Violeta me mira y se siente en lo que parece ser una silla. No estoy segura de que así lo sea, ya que en el universo de Violeta todo cambia y tiene la forma que ella quiere.

Violeta, generosa como pocas veces, me hace un lugar y me acurruca como si tuviese cinco años. Me mira, con sus ojos profundos, y me cuenta historias maravillosas de violines de un abuelo, y de un Humberto siempre presente...

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