domingo, 27 de marzo de 2011

Dos cafes en Paris

Aquella mañana, el sol levantó a Sophie atravesando sus rayos por la ventana. Sin dar ni una pista de que todo iba a cambiar, dejó que la acciones fluyan, como lo hacían diariamente.
Tomó su café con una gota de leche y tres cucharadas de azúcar. Agarró sus apuntes, su cartera y sus llaves, que estratégicamente se encontraban al lado de la puerta. La cerró y se dirigió hacia su auto, sin siquiera saber que en el momento en que apagase el motor, todo iba a cambiar.
Recorrió las calles de Paris, sabiendo que ese era el primer día de su nueva vida, lo que jamás pensó, es que ese mismo día el amor tocaría su puerta. Sin siquiera notarlo y casi por inercia, llegó a su destino. El garage a la vuelta del hospital la esperaba. Sin conocer demasiado el camino, siguió derecho, pasando por alto la señal de contra mano. Terminó de estacionar y una figura un tanto rústica, pero con una maravillosa sonrisa estaba observándola desde el otro lado.
Levantando la ventanilla, miró a aquel extraño personaje, cuya mirada casi atravesaba su alma.
Agarrando sus cosas, la puerta se abrió. Tosco, sonriente, y un poco desafinado era el caballero. Lo terminó de comprobar cuando, con el picaporte en la mano y una sonrisa a medio estrenar, empezó a tararear una canción.
Dedicándole una sonrisa y un elogio, subió las escaleras y se esfumó entre las calles, en busca de su primer día como paramédica.
Pensando en las mil cosas que podrían llegar a pasar ese día, la cantidad de mujeres u hombres a los que salvaría, no logró escuchar que detrás de ella, mil pasos agigantados buscaban encontrarla para invitarla a tomar un café. Jamás escuchó como esos pies pisaban firme la calle, en busca de una respuesta afirmativa.
Merodeó en la ambulancia varias horas, fue de aquí para allá. Vió muchas caras y otras tantas prefirió ignorarlas.
Hasta el momento en que la radio sonó. Informaban de una persona en grave estado, herida de bala, culpa de un intento de robo.
Doblaron a la izquierda, hicieron varios metros derecho, a toda velocidad y con las sirenas encendidas. En un parpadeo llegaron a la plaza donde todo había ocurrido. Bajó su botiquín, mientras sus compañeros bajaban la camilla. Se abrió paso entre la gente y ahí lo vió tendido. En el piso estaba esa media sonrisa a estrenar que conoció hacia apenas unas horas. Ahí estaba aquel personaje desafinado.
Como sin ningún rastro de plomo hubiese atravesado su cuerpo, le preguntó si finalmente tomaría el café con él. Y Sophie, que todavía no podía separar sus emociones, de sus pacientes, no lo dudó y pidió dos cafes, para compartir con aquel extraño personaje.
Habiéndole cumplido su deseo, habiéndole dado la respuesta afirmativa que tanto buscó todo el día, aquel extraño y desafinado ser le dedicó una última sonrisa a Sophie, y mientras una sensación de paz se adueñaba de su interior, y un escalofriante frío recorría sus últimos centímetros de piel, cerró sus ojos, dio un respiro final y murió.
El café llegó minutos mas tardes, y mientras Sophie no podía controlar su pulso, finalmente comprendió que efectivamente ese había sido el primer día, de su nueva vida.




Pequeño trabajo de guión, basado en un corto sobre barrios de Paris, cuyo nombre no recuerdo =D.

viernes, 11 de marzo de 2011

Al final Violeta tenía razón

En este aparente camino hacia la madurez, que no es mas que la inevitable muerte, me encuentro con cosas que no sé de dónde salen.
Al final, Violeta tenía razón. Y en uno de sus momentos violetos (si, violetOs) me hizo dar cuenta de estoy casi viviendo en la casita de Barbie, con la semejante cantidad de cosas artificiales, sin importancia y vergonzosas que están pasando alrededor mio.

Horribles malestares físicos, dolores de cabeza, aparentes citas que terminan pasadas por agua con un random al cual no tendría que haber visto. Rusos de peluches que se hacen los rígidos y bajan la cabeza por la mañana. Acumulación de sueño y poco motivación. Caminar es un suplicio y tomarme el bondi es cada vez mas molesto, teniendo en cuenta que la gente común me molesta. Sus miradas comunes me molestan, su penetrante olor a común me da asco. Su normalidad, me parece idiota.

Y así es como de repente, todo se volvió inútil, sarcástico, un chiste de la vida en mi cara. Un grito pelado, una mirada cruda y un corazón bastante cansado.

PERO, aparentemente en todo lo malo hay algo bueno. Después de darme cuenta que efectivamente dejé de valorar la vida, el cariño, el afecto, el esfuerzo por la búsqueda constante de mejora de mi ser, del mundo y del universo. Después de desplazar a las sonrisas del corazón y darle lugar a las sonrisas cínicas. Después de todo eso, algo brotó cuando me miré al espejo esa noche y me dí cuenta que la mayor parte de mi ser, se había perdido en algún momento que todavía no logro distinguir cuál fue.

Violeta, lo hizo de vuelta. Tuvo nuevamente la razón, con su sabiduría y sus momentos de crudeza. Lo hizo de vuelta. Y yo, también lo hice de vuelta. Pero qué es de esta vida si uno no se cae y se vuelve a levantar?.