domingo, 21 de febrero de 2010

Mentes

Le repito y le repito a través de mensajes telepáticos que deje de hacerlo.

Siento como un leve gusto en su boca, tomando venganza por cada mal paso que dí.

Nunca quise ser egoista en este tipo de cuestiones. Tal vez tenga que dejar de jugar tanto con la magia que alguna vez supo ayudarme.

Le digo que pare. No sé si no me entiende, o lo hace pero simplemente le encanta sentir ese sufrimiento en su boca.

Mientras las palabras dan vueltas por el aire, envuelven alos de luz que se contornean con formas de cuerpo.

Le digo que pare y él sigue. Le gusta. Le gusta la satisfacción de verme feliz después del sufrimiento. Nunca fuí un alma lo suficientemente pura como para no acobarme ante estos hechos.

No para. La mandibula se enduerece. El corazón late mas fuerte. La mirada se pierde entre palabras que escribo a través de un teclado que no tiene vida. Yo soy la vida. Yo le doy vida.

Ya le pedí perdón por mis errores. No para. El calor de su cuerpo lo sofoca ante tanta satisfacción sentida, todo en un solo momento.

Si tan solo estuvieses acá. Mi egoísmo se iría. Por qué no lo entendes? Porque simplemente no entendes que mi objetivo es la felicidad plena. No quiero hacerte mal. No quiero hacerme mal. Quiero que seas feliz. Quiero yo ser feliz.

Lo seguis disfrutando. Disfrutas cada palabra que escribo. Porque, de alguna forma u otra, vos las estas generando. Vos miras a través de mí. Sabes como soy. Sabes cosas que nadie sabría. Sabes cosas de mí que ni yo sé.

El punto no es que lo hagas, sino que dejes de hacerlo.

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