sábado, 27 de febrero de 2010

El gusto de "estoy sola"

Se siente en el paladar, y al final de la boca. Rememoro alguna charla en la casa de Donna Helena.

Era la soledad compartida en una tarde de verano lo suficientemente calurosa como para estar tomando cafe. Si. Calor y cafe. Zion ladraba. En ese momento no era padre. Era un cachorro tamaño baño. Cada tanto se asomaba por la ventana saltando y nos pedía de ESO que estabamos comiendo.

Donna Helena se prende un coronado, La LuGia, se prende un fiesta. Primera taza de cafe, la temperatura era normalmente insoportable. "No puedo creer lo pelotudo que fue".

"Yo tampoco".

"Tengo una idea"

"Cuál?"

"Y si esta noche salimos y nos agarramos alto pedo y nos olvidamos de todo????".

La salida es la misma. La solución, por lo general es siempre la misma.

Siente en el paladar, baja hasta la garganta. Burbujeante y amarilla, se mezcla con el gusto a tabaco y papas fritas con ketchup.

Caida la noche, cae un auto, caen dos, a veces tres. El spot de siempre (mientras no llueva), es alguna mesita verde, cerca de las barandas de madera. El mozo, es el de siempre. Por lo general, está dado vuelta por sustancias extrañas que nunca supimos si eran naturales o artificiales.

"Qué quieren tomar?"

-"Cerveza o whiscola, lugia?"

-"Arranquemos con cerveza mejor"

-"Patricia, por favor".

Trae dos vasos. A veces somos dos, a veces somos tres, a veces somos un millón. Depende de que tan abiertas estemos al universo, como para generar esa cosa tácita de "nos encontramos con aquel que conocimos hace dos días en boliche X...perdón...W". O simplemente algun alma loca del barrio que andaba polulando por ahí, y se unió a la zapada en contra del amor.

-"Ya no sé que hacer boluda, está situación me está matando. Yo largo todo a la mierda y fue".

Se va una botella, se van dos. En ese momento mi inconciente no me decía que pare de tomar por cuestiones física que yo no elegí. En ese momento era libre de tomar lo que se me plasca y cuanto se me plasca sin esa sensación de culpa.

Nunca llegamos a una conclusión lo suficientemente acertada como para dejar de sufrir por esas sutilesas de la vida que tanta alegría nos dieron en su momento. Pero siempre, SIEMPRE, nos juntabamos y terminabamos hablando del mismo: "es un pelotudo, y eso no se niega".

El hecho del post, no es el tema central de todas la conversaciones con respecto al amor que alguna vez hemos tenido.

Es simplemente rescatar ese cafe, que se transforma en cerveza, que se transforma en whiscola, que se transforma en virgilio, que se transforma en resaca con mate en la virgilio en el día siguiente.

Es recordar a Donna Helena. A Miss Brown. A nuestras tardes que nunca mas pudimos repetir.

PERO que probablemente estemos repitiendo por cometer el mismo error, pero cuando tengamos cincuenta: Enamorarnos del primer pelotudo que se cruce, casarnos, tener hijos, DIVORCIARNOS, y volver a sentarnos a tomar cafe que se convierte en cerveza. Del gusto que tiene. De como baja por tu boca y se siente libertad en tus entrañas.

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