sábado, 28 de agosto de 2010

Algunos sonidos retintinean y piden permiso para entrar.

Que el ego destruido, y los esquemas rotos se vean reflejados en el cielo raso, nunca podría haberme alegrado mas. Golpe bajo, patada alta, y de repente el universo se abrió el paso entre una gelatina de frutilla y un café de Palermo.
No recuerdo muy bien en qué momento, el momento en si, se transformó en un rato largo,y un par de besos perdidos en Corrientes.
Y por momentos, las luces que se reflejaban en el asfalto, me sonríen.
Como esas sonrisas que te doy a la distancia, que te las cambio por esas dos palabras que todavía están estancadas en mis pulmones, juntando polvo, esperando para salir. Sino lo hicieron hasta ahora, debe ser porque el rato largo, todavía no es momento, y Corrientes sigue siendo una avenida transitada, o una provincia que se perdió y fue opacada por otras.

Vengo a saludarte, y a darte una caricia, y después retirarme ofendida porque la magia de los Beatles, es una de las pocas cosas que todavía no entendes.

Y aunque todo esto sea Corriente, o Corrientes como la avenida en si. Y aunque estando tan cerca, siempre hay algo que nos mantiene un poco lejos, debo de reconocer que son esos pocos segundos de satisfacción personal y autosuperación, que hacen que me pierda en algún lugar no reconocido de tu piel y piense en derretirme, para luego volver a moldearme, y levantarme nuevamente.

Es como cada noche, cuando mi cuerpo rompe la monotonía de lo vertical, y se pone en horizontal. Y las sábanas lo empiezan a enredar, y la piel se va colando por los tejidos de mi sábanas blancas, perfectas y preferidas. Todo termina con la melena de leona, y un acolchado fatigado de abrigar tanto frío.

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