domingo, 18 de julio de 2010

Y es así como terminan una semana opuesta, a la semana de mañana. Una cierta nostalgia se hizo espacio entre mis costillas, mirando a todos a los ojos, y agradeciendo por tener a cada uno de esos seres, todos los días, a mi lado, queriéndonos de esa forma tan especial, que requiere de tirarse objetos contundentes y buscar nuestros puntos mas frágiles y jugar con ellos. Jugar con ellos, hasta el punto en que se vuelve plastilina, los formamos como queremos, y ahí se ven ellos, los problemas, y nuestras actitudes negativas.
Brazos abiertos a los monos, que tanto cariño en forma de patada me dan.
Y encontrar, lo que supongo que será, alguna forma de cariño, que salió de un deseo, que dejé tirado en el cajón del olvido. Ese cajón, que olvidamos donde está, y que el día que lo encontremos, pasará a ser automáticamente la caja de pandora, donde vamos a encontrar un router, la mac mini que me llevó a la gente que hoy amo, y a un sysup borracho pero para nada juzgado.
Y salió de ahí, de un instinto nuevo que apareció entre mis entrañas, de buscar un golpe consumista, y todas las cosas que me rodean, me llevan a esa forma extraña, que todavía no entiendo, y tampoco me esmero mucho por hacerlo.
Y así se cerró la semana. Con un poco de cariño, y otras tantas emociones removidas, y que me dieron un certificado en Reiki por hacerlo. SI. Reiki. Emociones. Viajes internos.

Y acá estoy, esperandome dormirme, para empezar la semana del cambio radical. Cerrar las etapas que se abrieron, de las heridas que aparecieron, por un fin de semana que en mi mente vive y quema todos los días, y cuyo protagonista masculino, simplemente se olvidó de eso. Y el viernes, termino. Y aunque el dolor, probablemente sea mas físico que emocional, siento que cuando se vaya ese quiste, con esa misma pelota, se irán todos estos dolores y lastimaduras del alma. Todas esas lágrimas universales que el cielo derrama este domingo. Todo, todo eso, se va a ir. Y le prometo, a todos aquellos que me van a acompañar, recibirlos con una sonrisa, de esas que Violeta Cosa me enseñó a hacerle a la gente del bondi.

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