martes, 13 de julio de 2010

A vos y a él

Esa sonrisa inesperada, que tanto deseaba, y que tanto miedo me da. Me sonríe desde lejos, y yo de acá le pido que por favor no me atraiga a ese Viernes, porque el miedo me penetra como el frío se mete por mi campera. Y la ley de las cosas universales me trata desquiciadamente, y me arrastra los días por la arena del tiempo, y se sonríe a mis espaldas. Tanto tiempo jugo con él mismo, que cuando necesitaba que pase, logró estirarse, y ahora que necesito que se quede, se derrite, como si alguien estuviese fundiendo mi chocolate preferido entre mis manos.
Tantos temores alrededor mio, tantas cosas que no me atrevo a hacer, y acá estoy de vuelta, con algo que simulan ser unas pantuflas, preguntándome si ese CD de Alanis volvió a mí porque sí, o volvió a mí porque todavía queda un poco de esperanza, de algún quedado, en algún llanto perdido.
Y hoy creo que no debo callarme nada.
Porque la sopa me revolucionó, y el frío se hizo mi enemigo mortal, en estas noches donde imperan sueños horribles, de personas que ya no están, y lloro a la distancia su ausencia, su no presencia.
Tantas cosas cambiaron en un año, cosas que no me merecía, personas que el año pasado me abrazaban, y ahora no están en este tiempo, y si están, yo solo soy un simple recuerdo, de esos que uno le pide al cielo que por favor borren lo antes posible.

Todas esas noches, donde pedía a gritos una campera mas, tu campera, ESA campera. Todas esas noches donde simulaba temblarte al oido, solo para poder respirar un poco de ese perfume, que se metía entre mis entrañas y armaba un remolino de nicotina y hombre entre mis pulmones, y calefaccionaba mi corazón.

Todas esas cosas que intenté decirte mientras vos estabas, y él también estaba. Y no estaba en su cama, estaba en un sillón, pidiéndome a gritos, con los ojos enmarcados en lágrimas, que lo ayudara a salir de la prisión de su cuerpo, que su alma encerraba, y que ya no necesitaba estar en este mundo, porque personas tan inteligentes como él, no pertenecen a este tramo.

Y ahora te lloro a vos, y a vos también. Porque tengo esa necesidad de meter mis manos entre tu enmarañado pelo y dormirme a las tres de la mañana, mientras escucho entre respiraciones, algún delirio del REM. Porque necesito apoyarme, cinco minutos en tu hombro, y decirte lo que te extraño a vos, y contante de la perdida que aqueja mi corazón, que ya bastante cansado esta, de remar contra la corriente, y las almas que lo prejuzgan, por intentar ser solamente alguien diferente, y no una mas del montón.

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