lunes, 13 de febrero de 2012

Ella habló desde allá.


Esos baños exquisitos de mi imaginación, despiertan a esa voz incontrolable que está ahí. Siempre está ahí.

Ella, su locura, su amor propio y su amor de la vida. No sabe si ella es muy bruta con el mundo, o el bruto es muy mundo con ella.
Navega entre nubes hechas de enmarañados pensamientos, que pocas veces puede descifrar. Investiga el cielo en busca de los seres queridos y pocas veces sus plantas de los pies, tocan la tierra.
La goma la borra, la inocencia la pierde, las calles la asustan.
Disfruta de un domingo en la cama, de un par de besos robados y unas piernas en alto.
Ella, que tanto miedo le tiene a todo. A navegar, a volar, a andar. Ella, que todo arriesga, que nada lo piensa. Jamás se detiene a pensar lo suficiente, pero nada parece llenarla.
Así va ella, con sus miedos en las entrañas, buscando el sacrificio de todos los días, la excusa justa, el argumento perfecto, la sonrisa para el momento adecuado.
Las lágrimas brotan facilmente, caen por su mejilla, mientras se hunde en un profundo pensamiento. No es esquizofrenia ni bipolaridad. Solamente es ella, dando tumbos a troche y moche.

La noche me ataca y Ray Bradbury me acompaña, me gustaría mirar el cielo, pero los edificios son muy altos, y yo todavía no desplegué tanto mis almas como para llegar a semejante altura.

De todas formas acá estoy yo, ella y vos. Y lo que no podemos ver, lo creamos con la mente o lo recreamos en una canción.


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