jueves, 15 de septiembre de 2011

Estimado Doctor,

Hace varios días que vengo masticando este idea. La tengo en la punta de mi lengua, quiere asomarse, pero últimamente mi lengua está demasiado revolucionada y no tiene tiempo para pensar demasiado en la idea a medio formar.
Es que, Doctor, últimamente mi lengua dejó de preocuparse por chocarse contra mis dientes o de interponerse con mi comida y salir lastimada. Debe ser por eso que no termina de jugar con el pensamiento que vengo teniendo hace ya unos días. Es que mi lengua sabe, al igual que la suya, que esta idea en formación, en muy poco tiempo será tangible, y llegaremos al punto máximo de gustos por sentir.
La rugosidad del asunto, se mezcla con lo aterciopelado de las palabras que tanto le gusta decir. Tomemos la palabra "Marsupial". La conjunción de las letras, la leve vibración que se forma en los musculosos de atrás, le genera una suave frecuencia de placer a mi coronilla. Lo que mas me gusta de decir "Marsupial" es que no solo yo sé como se siente realmente, sino que usted sabe también que esto no es mi locura. O tal vez si y usted está igual de loco que yo.

Doctor, usted no se da una idea de lo que me gustaría leer algún artículo o ensayo de Ulises, su alter ego. No sé porque se me da que es rubio y fascista, todo eso que una persona como yo podría odiar y una persona como usted lo miraría de reojo y se regocijaría en su ignorancia. Y usted no tiene una idea como me gusta verlo cuando mira de reojo a la gente.

No se si lo había dicho antes, pero tener que tirar mi cabeza hacia atrás para verlo, no ha empeorado mis cervicales, mas bien creo que las ha ayudado. Me gusta mirarte con ojos de quinceañera ilusionada y pensar: es él, es el único, va a estar acá siempre.

Así que ya sabe Doctor...Continúe diciendo Marsupial y mirando de reojo un poco inquieto, que yo lo estaré mirando mientras usted arma El Huracán.

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