domingo, 19 de septiembre de 2010

Le pregunté si caminaba hace mucho por acá. Lo negó, lo transformó y me dijo que esas huellas eran mías.
Ya había recorrido este camino, y no lo recordaba hasta que las suelas de mis zapatos se marcaron con mas forma sobre el piso. Recordé que estuve harta de pisar ese suelo, y comencé a seguirlo lentamente, casi persiguiéndolo, o mas bien fundiendome entre su sombra y su pensamiento. Escuché atentamente cada palabra que dijo, la analicé, profundicé en sus ideales y comprendí que ese camino que recorrí, ya era demasiado chico para sostener mis pies.
Giré a la izquierda y luego a la derecha, me topé con paredes que me bloqueaban el paso a abrazarlo, y muros que no me permitían oirlo. Volví a girar nuevamente, subí y bajé un sin fin de calles, incluso corrí otras tantas, apurada porque la vida me perseguía.

Cuando llegué, solo pude vislumbrar su cara y el camino que había dejado antes de dar mis vueltas. Esas eran mis huellas y yo no las quería ahí.

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